CORRESPONDENCIA
Manuel Castro Fernández
c/ Concejal Jiménez Becerril nº 5
41940 Tomares (Sevilla)
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Introducción
Robin Warren y Barry Marsall, galardonados en el año 2005 con el premio nobel de medicina, comunican en 1983-84 los resultados de sus estudios sobre la relación entre la gastritis crónica antral y la úlcera péptica con la presencia de bacterias en la mucosa gástrica, denominadas inicialmente Campylobacter pyloridis y posteriormente Helicobacter pylori (H. pylori)[1]-[3]. H. pylori es un bacilo gran negativo, helicoidal y flagelado, que coloniza la mucosa del estómago y se alberga bajo la capa de moco, adhiriéndose a la superficie del epitelio gástrico. Penetra en el organismo por vía oral y el estómago humano es el único reservorio conocido. H. pylori es responsable de una de las infecciones bacterianas más frecuentes de la especie humana, afectando aproximadamente al 50% de la población mundial. La prevalencia de esta infección es muy elevada, especialmente en poblaciones con edad avanzada y con menor nivel socio-económico. En España se ha estimado una prevalencia a los 20 años de edad del 40% y a los 50 años del 60%, similar o algo superior a la existente en países con un adecuado nivel de desarrollo (Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Finlandia) e inferior a la observada en países con menor nivel socio-económico (India, Argelia o Nigeria). La prevalencia en la población infantil oscila, en relación al nivel de desarrollo de los países estudiados, entre el 10 y el 70%, mientras que en la población adulta oscila entre el 20 y el 80%. El mecanismo fecal-oral es la principal forma de trasmisión de la infección en países en vías de desarrollo, favorecido por un deficitario control sanitario del agua o alimentos. Existen dudas sobre los mecanismos exactos de trasmisión de la infección en países desarrollados, con adecuado nivel social y sanitario. La infección, en estos países, suele adquirirse con mayor frecuencia en la edad adulta y es posible que tenga importancia la trasmisión directa persona a persona e intrafamiliar. Las personas infectadas especialmente en edad adulta no suelen ser capaces de eliminar la bacteria que persistirá de por vida, con mayor o menor trascendencia, salvo que se erradique mediante tratamiento con antibióticos[4]-[7].
En 1994 la Organización Mundial de la Salud consideró a H. pylori un carcinógeno de primer grado, con una relación causal positiva con el adenocarcinoma gástrico, al estar involucrada la infección por esta bacteria en la cadena de acontecimientos que conducen al desarrollo de esta neoplasia. La infección por H. pylori es la principal causa conocida de la gastritis crónica, de la enfermedad ulcerosa gastro-duodenal y de las neoplasias gástricas como adenocarcinomas y linfomas MALT. En la mayoría de los pacientes con estas enfermedades se puede detectar infección por H. pylori. La influencia de esta infección en la dispepsia funcional, no ulcerosa, no está bien establecida, y es muy posible que sea poco trascendente, aunque se observa que con su curación remiten los síntomas dispépticos en algunos pacientes. La infección por H. pylori puede iniciarse por una gastritis aguda sintomática, habitualmente no diagnosticada, pero lo habitual es que origine una infección crónica, silente y sin apenas trascendencia, pudiendo condicionar en algunos casos enfermedades de mayor relevancia ya referidas. Aproximadamente un 20% de la población infectada presentará síntomas dispépticos, un 15% úlcera gástrica o duodenal y un porcentaje mucho más inferior desarrollará una neoplasia gástrica. Mediante la eliminación de la infección por H. pylori se modifica la historia natural de la enfermedad ulcerosa gastro-duodenal, evitándose su recidiva y complicaciones, remiten las alteraciones inflamatorias de la gastritis crónica, se puede curar el linfoma MALT gástrico y muy probablemente evitar el desarrollo del adenocarcinoma gástrico, al interferirse en la secuencia gastritis crónica atrófica-metaplasia intestinal-displasia. La infección por H. pylori se ha relacionado con enfermedades no digestivas como la rosácea, urticaria, púrpura trombocitopénica idiopática, e incluso con la cardiopatía isquémica y también con la anemia ferropénica y enfermedades hepatobiliares[8]-[16].
La infección por H. pylori se debe investigar, de forma indiscutible, en pacientes con diagnóstico reciente o antecedentes de úlcera gastro-duodenal, con o sin complicaciones, con linfoma MALT gástrico, con adenocarcinoma gástrico sometidos a resección endoscópica o gastrectomía parcial y en los parientes de los pacientes con estas neoplasias gástricas. Se recomienda también su investigación en pacientes con gastritis crónica o metaplasia intestinal, con dispepsia funcional o no ulcerosa, con dispepsia no estudiada, mediante la estrategia “test and treat”, en pacientes que requieran tratamiento prolongado con aspirina, antiinflamatorios no esteroideos o con antisecretores gástricos, por el posible mayor riesgo de atrofia de la mucosa gástrica, con anemia ferropénica o púrpura trombocitopénica idiopáticas, con urticaria o rosácea, e incluso en parientes de pacientes con úlcera gastroduodenal o en la población que voluntariamente lo solicite[16], [17]. El diagnóstico se puede realizar partir de las biopsias gástricas obtenidas durante la gastroscopia mediante el test rápido de la ureasa, la histología o el cultivo, o mediante pruebas no invasivas como el test del aliento con urea-C13, la detección de anticuerpos séricos o de antígenos bacterianos en heces. El test del aliento es el método de elección para el diagnóstico inicial de la infección y para el control de su erradicación, en pacientes que no requieran la práctica de gastroscopia y, en caso de no estar disponible, la mejor alternativa es la detección de antígenos en heces. La positividad de los anticuerpos séricos suele persistir tras la erradicación de H. pylori no permitiendo distinguir entre infección resuelta o activa[18]-[22].
Tratamiento de la infección por H. Pylori.
1. Recuerdo histórico
Tras el descubrimiento de la gran trascendencia de la infección por H. pylori, en la patogenia de la enfermedad péptica gastroduodenal y de las neoplasias gástricas, se han utilizado para su curación diversas pautas terapéuticas con resultados muy desiguales[23]. H. pylori es sensible “in vitro” a numerosos fármacos, antibióticos y no antibióticos, pero en la práctica clínica no todos son efectivos en la curación de la infección. Los fármacos que, en distintas pautas terapéuticas, se han mostrado más eficaces en la erradicación de H.pylori son los inhibidores de la bomba de protones (IBP), los compuestos de bismuto y antibióticos como la amoxicilina, claritromicina, nitroimidazoles, tetraciclinas, fluroquinolonas y rifabutina. Los tratamientos erradicadores, recomendables en la práctica clínica, deben tener una eficacia del 80% o del 90%, por intención de tratar o por protocolo respectivamente, ser bien tolerados, de fácil cumplimiento y de coste razonable. Los tratamientos más recomendados, por su elevada eficacia, en distintos documentos de consenso, son las denominadas triples terapias. La triple terapia “clásica” asociando un compuesto de bismuto con metronidazol y tetraciclinas durante 14 días, fue el tratamiento erradicador inicialmente con mayor aceptación hasta la consolidación, tras la 1ª Conferencia de Consenso de Maastrich (1997), de la triple terapia “actual” con un IBP, claritromicina y amoxicilina o metronidazol (IBP-CA/IBP-CM) durante al menos 7 días como el tratamiento de primera elección en la erradicación de H.pylori[24]. Los resultados de los tratamientos asociando compuestos de bismuto con antibióticos, inicialmente amoxiclina y metronidazol, fueron publicados en 1988 por Borody et al[25]. La triple terapia “clásica” es un tratamiento de elevada eficacia pero con dificultades de cumplimiento, por su prolongada duración y el elevado número de tomas de fármacos diarias. Los resultados de la triple terapia con IBP-CA/IBP-CM fueron publicados en 1993 por Bazzoli et al, en Italia, y por Lamouliatte et al, en Francia[26]-[28]. Este tratamiento sustituyó a la triple terapia “clásica” por mantener una elevada eficacia, superior al 80% por intención de tratar, tener menos efectos adversos y ser de más fácil cumplimiento. La monoterapia, con solo un antibiótico, o las pautas duales asociando un IBP con amoxicilina tienen una baja eficacia no siendo recomendables. La alternativa a la actual triple terapia “actual”, como primera opción de tratamiento, es la denominada cuádruple terapia consistente en la asociación de un IBP con subcitrato de bismuto, tetraciclinas y metronidazol durante al menos 7 días. La eficacia de este tratamiento se mantiene en poblaciones con prevalencia elevada de resistencia a los antibióticos, al contrario de lo que sucede con la triple terapia. La cuádruple terapia es una buena opción de tratamiento tras el fracaso de la triple terapia o como tratamiento erradicador de primera elección en poblaciones donde la triple terapia no es recomendable por pérdida de eficacia, atribuible a una alta prevalencia de resistencia a la claritromicina[29].
Tabla 1
Tratamientos erradicadores de H. Pylori (a)
2. Tratamientos de primera elección
La triple terapia asociando un IBP con dos antibióticos, preferentemente amoxicilina y claritromicina, durante al menos 7 días, es el tratamiento erradicador de H. pylori de primera elección que acabó alcanzando mayor difusión en Europa y Estados Unidos. En la II Conferencia Española de Consenso (2005) se recomienda como pauta de primera elección la asociación de omeprazol 20 mg/12 h, u otro IBP a dosis equivalentes, con 1 g de amoxicilina/12 h y 500 mg de claritromicina/12 h. En caso de alergia a la amoxicilina se debe indicar 500 mg de metronidazol cada 12 h[22], [30]. En la III Conferencia de Consenso de Maastricht (2007) se sigue recomendado, como en anteriores reuniones, esta triple terapia como el tratamiento erradicador de primera elección y esta recomendación también está presente en otros documentos de consenso elaborados en Italia por el “Cervia II Working Group” (2007) y en Estados Unidos por el “American College of Gastroenterology” (2007)[19], [29], [31]. La cuádruple terapia con un IBP, compuestos de de bismuto, tetraciclinas y metronidazol, durante al menos 7 días, se consolida como tratamiento de segunda elección para los casos en que fracase la triple terapia previamente referida[29], [30]. La duración más adecuada o más coste-efectiva de los tratamientos erradicadores ha sido motivo continuo de controversia. En documentos de consenso europeos se recomiendan inicialmente tratamientos de 7 días de duración, como más coste-efectivos, mientras que en consensos americanos se recomiendan tratamientos más prolongados de 10-14 días de duración[16,19], [32]-[34]. En la actualidad la tendencia en Europa y, en concreto en España, es incrementar la duración de la triple terapia a 10 días, especialmente en pacientes con dispepsia no investigada o con dispepsia funcional, al detectarse en estos pacientes un incremento apreciable en las tasas de erradicación. En pacientes con dispepsia ulcerosa no es tan evidente el beneficio de prolongar la duración del tratamiento erradicador[30]. Calvet et al, en ensayo clínico, comunican una eficacia de la triple terapia del 73.8% por intención de tratamiento (ITT) y del 81.8% por protocolo (PP) con tratamiento de 7 días y del 79.6% (ITT) y del 89.3% (PP) con tratamiento de 10 días y observan que las diferencias entre ambos tratamientos eran significativas en casos de dispepsia funcional, con un beneficio del 11% (ITT) y del 8% (PP) y no en casos de dispepsia ulcerosa[35]. En Estados Unidos se sigue manteniendo la tendencia a tratamientos más prolongados de 10 a 14 días. En la III Conferencia de Consenso de Maastrich se comenta esta problemática y se hace referencia a un meta-análisis, publicado por Ford y Moayyedi en el año 2003, que muestra que con tratamientos de 14 días la tasa de erradicación es un 12 % (95% CI 7% a 17%) más elevada que con tratamientos de 7 días de duración, si bien se admite a que en algunas poblaciones pueden ser adecuados, siempre que se muestren eficaces, los tratamientos de menor duración[29], [36]. En otro meta-análisis, realizado por Calvet et al, incluyéndose 13 estudios publicados en los años 1996-1998, se compara la eficacia de la triple terapia durante 7, 10 y 14 días y observan que los tratamientos de 14 días eran significativamente más eficaces que los tratamientos de 7 días, con un beneficio del 9%, no detectándose diferencias significativas entre 7-10 días ni entre 10-14 días.
Desde la I Conferencia de Consenso de Maastricht (1997) se considera que solo los tratamientos erradicadores con una eficacia mayor del 80%, por intención de tratar, deben ser recomendados en la práctica clínica[24], siendo esta opinión ratificada por Graham et al, en una reciente revisión[33]. Gisbert et al, en el año 2000, publican un meta-análisis sobre la eficacia de las triples terapias con IBP-CA o con un IBP, claritromicina y metronidazol o tinidazol, revisando 22 estudios publicados en los años 1996-1999, y observan una eficacia similar (ITT y PP) con ambas pautas (81% y 84%), observándose estudios con una eficacia muy próxima o superior al 90%[38]. Estos resultados no se obtienen en los estudios publicados en los últimos años que habitualmente muestran una eficacia de la triple terapia, prolongando incluso el tratamiento a 10 días, inferior al 80%[33], [35], [39]-[42]. Boixeda et al, comunicaron en el año 2003 esta problemática en una serie de 890 pacientes al detectar una tasa de erradicación del 77%[43]. Calvet et al, como se ha comentado previamente, comunican también una tasa de erradicación inferior al 80% de la triple terapia (ITT)[37]. En nuestra área sanitaria, durante los años 2006-2007 la tasa de erradicación con la triple terapia durante 10 días resultó del 75.5% (PP). Esta baja eficacia condiciona que se tenga que considerar otras opciones en el tratamiento de primera elección de la infección por H. pylori[44].
3. Tratamientos de rescate
En la III Conferencia de Consenso de Maastrich se recomienda la cuádruple terapia durante 10-14 días como el tratamiento de segunda elección tras el fracaso de la triple terapia (IBP-CA o IBP-CM)[29]. En la II Conferencia Española de Consenso también se recomienda la cuádruple terapia, pero con una duración de 7 días, como tratamiento de rescate[22], [30]. La cuádruple terapia tiene una elevada eficacia pero plantea problemas de cumplimiento por su mayor complejidad y además los compuestos de bismuto no están disponibles en muchos países. En un estudio multicéntrico realizado en España se constató una alta eficacia del tratamiento con ranitidina-citrato de bismuto (RCB) asociado a tetraciclina y metronidazol como tratamiento de rescate[45]. Este tratamiento, con una posología más sencilla, podría haber sido alternativa válida a la cuádruple terapia , pero actualmente la RCB no está disponible. En la III Conferencia de Consenso de Maastricht se admite que en caso de fracaso del primer tratamiento con IBP-CA se podría intentar también, como segunda opción, nuevas triples terapias asociando un IBP con amoxicilina y metronidazol o con tetraciclina y metronidazol, que han mostrado en algunos estudios una elevada eficacia[29,46]-[47]. En los últimos años se están publicando estudios que valoran la eficacia de triples terapias, conteniendo levofloxacino, en la erradicación de H. pylori. En un reciente meta-análisis se observa que la terapia con un IBP, levofloxacino y amoxicilina (IBP-LA), durante 10 días, es más efectiva y mejor tolerada, como segunda línea de tratamiento, que la cuádruple terapia en la erradicación de H. pylori[48]. Gisbert et al, publican dos estudios multicéntricos que constatan una alta eficacia de la triple terapia con IBP-LA durante10 días, como segunda y tercera línea de tratamiento, tras fracaso de la cuadruple terapia en la erradicación de H. pylori[49]-[50]. En el caso de fracaso de fracaso de los tres tratamientos erradicadores más consolidados se puede intentar una cuarta pauta de tratamiento asociando un IBP, con amoxicilina y rifabutina[51]. Este tratamiento se ha mostrado, mediante ensayo clínico, menos eficaz, que la cuádruple terapia, como segunda opción de tratamiento, tras el fracaso de la triple terapia con IBP-CA[52].
4. Nuevas opciones en el tratamiento erradicador de primera elección
La evidente pérdida de eficacia de la triple terapia con IBP-CA, durante 7-10 días, motiva que se valoren nuevas estrategias en el tratamiento de primera elección de la infección por H.pylori, siendo una opción la prolongación de este tratamiento de 10 a 14 días. En un meta-análisis realizado por Calvet et al, se observó un escaso beneficio tras prolongar a 14 días la duración de la triple terapia[37] y además los tratamientos tan prolongados, en general, no son bien aceptados por los pacientes. En la III Conferencia de Consenso de Maastrich se admite que la cuádruple terapia durante 10-14 es una buena alternativa a la triple terapia[29]pero, además de una posología compleja, existe dificultad de obtener fármacos como las tetraciclinas y los compuestos de bismuto. El tratamiento con IBP-LA se ha mostrado eficaz como tratamiento de rescate tras fracaso del tratamiento con IBP-CA o como tercera opción terapéutica tras fracaso también de la cuádruple terapia[48]-[50]. Esta triple terapia se ha valorado como tratamiento de primera elección y se han publicado, en este sentido, varios estudios que muestran una eficacia superior al 80% considerándose una alternativa a la triple terapia en áreas donde, por incremento de la resistencia a la claritromicina, se constate una progresiva pérdida de su eficacia[53]-[58]. En nuestra área sanitaria hemos observado que la eficacia de la triple terapia con IBP-LA como tratamiento de primera elección, durante 10 días y con dosis de levofloxacino de 500 mg/12 h, es del 75% (PP), inferior a la comunicada por otros autores y similar a la que obtenemos con la triple terapia con IBP-CA, no siendo por tanto, en nuestra experiencia recomendable como tratamiento de primera elección[44].
Entre las nuevas estrategias terapéuticas destaca, cada vez con mayor aceptación, el denominado tratamiento “secuencial”, con 10 días de duración, que consiste en la administración durante 5 días de omeprazol 20 mg/12 h (u otro IBP a dosis equivalentes) y de amoxicilina 1 g/12 h y en los 5 días siguientes, manteniéndose el tratamiento con IBP, de metronidazol 500 mg/12 h y claritromicina 500 mg/12h. El tratamiento “secuencial” tiene, en estudios procedentes en su mayoría de Italia, una eficacia (ITT) del 80-94% en la erradicación de H. pylori[59]-[61]. En un meta-análisis realizado por Jafri et al, se observa que la tasa de erradicación era del 93.4% con el tratamiento “secuencial” y del 76.9% con la triple terapia[62]. Sanchez-Delgado et al, publican los resultados de un estudio multicéntrico realizado en España que muestra una eficacia del tratamiento “secuencial” del 84.2% (ITT) y del 90.7% (PP)[63]. Otra opción terapéutica más sencilla es el denominado tratamiento “concomitante”. En este tratamiento se utilizan los mismos fármacos que en el tratamiento “secuencial” pero administrados conjuntamente durante 7 días. Se ha comunicado recientemente que la eficacia del tratamiento “secuencial” y “concomitante” es similar[64].
La triple terapia con IBP-CA/IBP-CM durante 10 días, a pesar de su pérdida de eficacia, debe seguir siendo el tratamiento erradicador de primera elección en la práctica clínica habitual. En casos de fracaso, de esta triple terapia, debemos indicar el tratamiento con IBP-LA, mejor tolerado que la cuádruple terapia con IBP, sales de bismuto, tetraciclinas y metronidazol, que se puede reservar como tercera pauta terapéutica. En un futuro próximo dispondremos de datos convincentes, basados en ensayos clínicos, sobre la eficacia en España de nuevas pautas terapéuticas, como el tratamiento “concomitante” o “secuencial”, pudiéndose entonces valorarlos como tratamientos de primera elección en la erradicación de H. pylori.
Resistencia antibiótica
H. pylori es intrínsecamente resistente a glucopéptidos, cefsulodin, polimixinas, ácido nalidíxico, trimetoprim, sulfonamidas, nistatina, anfotericina B, y cicloheximida, mientras que las cepas salvajes son susceptibles a β-Lactámicos (excepto cefsulodin), fosfomicina, macrólidos, aminoglucósidos, tetraciclinas, cloranfenicol, rifampicina, fluoroquinolonas, 5-nitroimidazoles, y nitrofuranos[65]. Se considera que la resistencia adquirida por H. pylori a los antibióticos habitualmente utilizados, especialmente a la claritromicina y metronidazol, es la principal causa del fracaso del tratamiento erradicador, debiéndose admitir otras causas como son el incumplimiento terapéutico o la indicación de tratamientos con dosis o duración inadecuadas[66]-[68].
1. Prevalencia de la resistencia antibiótica de H. pylori
Durante los años 1999-2003 se publicaron numerosos estudios sobre la prevalencia de la resistencia antibiótica primaria de H. pylori, observándose variaciones significativas entre distintos países e incluso entre distintas regiones o grupos étnicos de un mismo país. La prevalencia de la resistencia a la claritromicina en Europa era baja en Holanda, en Alemania y en Suecia (1.7%-2.9%), y más elevada en España, Francia, y Portugal (12%-22%)[68]-[73], en Estados Unidos era del 10-12% y en Japón del 11-13%[74]-[78]. La prevalencia de la resistencia al metronidazol era del 15-40% en Europa y del 20-35% en Estados Unidos, mientras que para la amoxicilina y tetraciclinas era inferior al 1%[68]-[78]. En Estados Unidos, mediante un meta-análisis, se observa un incremento de la prevalencia de resistencia a la claritromicina, desde un 4.9% en 1993-95 a un 10.1% en 1995-99[79]. En un estudio multicéntrico realizado en Europa durante 1998, con la participación de 22 países, se observó una prevalencia de resistencia primaria a la claritromicina del 9.9%, al metronidazol del 33.1%, y a la amoxicilina del 0.8%. La resistencia a la claritromicina era más habitual en países del sur (18%) que en países del centro (9.3%) y del norte de Europa (4.2%.)80.
En España durante los años 1999-2004 se observó que la prevalencia de la resistencia a claritromicina oscilaba entre el 8.7% y el 13% y a metronidazol entre el 13.8% y el 42%[72], [81]-[84]. En Sevilla, en nuestra área sanitaria, durante los años 1996-8, detectamos una prevalencia para la claritromicina del 10% y para el metronidazol del 28.6%, acordes con los datos previamente referidos[85].
En publicaciones más recientes (2006-09) se muestra que, en la última década, hay en unos casos estabilidad y en otros casos incremento de la resistencia primaria a la claritromicina que justificaría el descenso progresivo de la efectividad de la triple terapia. La prevalencia de resistencia a la amoxicilina y a las tetraciclinas sigue siendo baja. Zullo et al, en Italia durante 2004-06, detectan una prevalencia de resistencia primaria a claritromicina del 16.9%[86] y Boyanova et al, en Bulgaria, del 10% durante los años 1996-99 y del 17.9% durante los años 2005-07[87], observándose este incremento también en otros estudios procedentes de Gran Bretaña, Korea y Japón[88]-[90]. Storskurubb et al, en Suecia, observan una baja prevalencia de resistencia primaria a la claritromicina (1.5%) y al metronidazol (16.2%), que relacionan con un bajo consumo de estos fármacos por una política antibiótica restrictiva[91]. Agudo et al, en Madrid (España) durante los años 2002-06, detectan en niños una elevada resistencia primaria y secundaria a la claritromicina (49.2% y 70.6%), superior a la observada para el metronidazol (32.8% y 41.2%) y una doble resistencia a claritromicina y metronidazol, primaria y secundaria, en el 15.4% y 26.5% de los casos respectivamente[92]. Kalach, en Francia durante los años 1999-2005, detectan también en niños una prevalencia de resistencia primaria a la claritromicina elevada (23.2%), aunque menor que en España, que se mantenía estable respecto a la observada en los años 1994-98 (22.1%)[93].
2. Repercusión de la resistencia antibiótica
En la III Conferencia de Consenso de Maastricht se reconoce el incremento de la resistencia a la claritromicina, en relación a su mayor consumo, y se recomienda la triple terapia con IBP-CA/IBP-CM únicamente en poblaciones con una prevalencia de resistencia a la claritromicina menor del 15-20%[29]. La repercusión sobre la efectividad de la triple terapia es mayor en los casos de resistencia a claritromicina que en los casos de resistencia metronidazol[67], [94]. La eficacia de la triple terapia con IBP-CA disminuye desde un 87.8% a un 18.3%, según exista sensibilidad o resistencia a la claritromicina, con una pérdida de eficacia de prácticamente el 70% y en el mismo estudio se observa que la eficacia de la triple terapia con un IBP , amoxicilina y metronidazol, según exista sensibilidad o resistencia a este último antibiótico, disminuye desde un 89.4% a un 64.4%, con una pérdida de eficacia de un 25%, y que la eficacia de la triple terapia con un IBP-CM disminuye desde un 97%, a un 0%, según exista sensibilidad o resistencia a ambos antibióticos, siendo la eficacia del 72.6% en casos de sensibilidad a claritromicina y resistencia a metronidazol y del 50% en la situación contraria[67].
3. Mecanismos de resistencia antibiótica de H. pylori
Los mecanismos de resistencia antimicrobiana de H. pylori son esencialmente debidos a mutaciones cromosómicas [68], [95], adquiridas fundamentalmente por transmisión desde un microorganismo a otro en forma vertical. Las mutaciones cromosómicas aparecerán en la descendencia y, como consecuencia, se producirá un progresivo incremento de la prevalencia de la resistencia antimicrobiana. La transferencia horizontal genética de una cepa bacteriana resistente a una susceptible, presentes simultáneamente en el estómago, no puede ser excluida.
4. Métodos estudio de sensibilidad antibiótica de H. pylori
Los métodos de estudio de la sensibilidad antibiótica de H. pylori se pueden clasificar en métodos fenotípicos, más utilizados y basados en el cultivo de biopsias gástricas, como son la dilución en agar y el E-test (método del epsilómetro), y en métodos genotípicos, que permiten detectar las mutaciones cromosómicas, mediante la hibridación fluorescente “in situ” y mediante la PCR ( “polymerasa chain reaction”) convencional y con secuenciación, la PCR-RFLP (“restriction fragment lenght polymorphism) y la PCR en tiempo-real, que permite detectar las mutaciones cromosómicas directamente en las biopsias gástricas y en heces. El Clinical and Laboratory Standards Institute (CLSI), recomienda el método de dilución en agar como el método de referencia o “gold standard” para el estudio de la sensibilidad de H. pylori a los antibióticos y, en concreto, para el cálculo de las concentraciones mínimas inhibitorias (CMIs)[96]. La British Society for Antimicrobial Chemotherapy (BSAC) recomienda, en cambio, la difusión con E-test que presenta muy buena correlación con el método de dilución en agar. El E-test tiene la ventaja de ser un método cuantitativo con una expresión directa de las CMIs, y además, se adapta a las bacterias de crecimiento lento, como H. pylori[97]. Otros métodos de estudio disponibles son la dilución en caldo y la difusión en disco[98], [99]. Los métodos genotípicos son utilizados sobre todo para estudiar la resistencia a la claritromicina, aunque también pueden ser empleados para otros antibióticos. Las mutaciones cromosómicas, responsables de la resistencia antibiótica, pueden ser fácilmente detectadas con pruebas moleculares basadas en la hibridación fluorescente “in situ”[100] o en la amplificación genómica sobre todo con técnicas de PCR[68].
La investigación de la resistencia antibiótica es especialmente conveniente cuando detectemos una baja efectividad de la triple terapia en la erradicación de H. pylori y, en pacientes concretos, tras fracaso del primer y, sobre todo, segundo tratamiento erradicador.

