CORRESPONDENCIA
Jose Antonio Carnerero Rodriguez
Hospital de Alta Resolución La Janda
11150 Vejer de la Frontera (Cádiz)
CITA ESTE TRABAJO
Carnerero Rodríguez JA, Moreno García AM, Camacho Montaño LM, Soria de la Cruz MJ. Fístula coledocoduodenal secundaria a enfermedad ulcerosa. RAPD Online. 2019;42(5):182-84.
Introducción
La fístula coledocoduodenal representa entre un 3,5-8,6% de todas las fístulas bilioentéricas[1]. Su origen más frecuente es consecuencia de complicaciones litiásicas, siendo excepcional la etiología ulcerosa[1]-[3].
Caso clínico
Varón de 79 años, broncópata con episodios neumónicos de repetición. Presenta hemorragia digestiva en forma de hematemesis y melenas, con descenso de hemoglobina a 4,3 gr/dL. En endoscopia se identifica, en cara anterosuperior de bulbo duodenal, una úlcera ovalada de 2 centímetros de diámetro y aspecto penetrado, apreciando sobre su fondo fibrinoso una depresión central con vaso visible (Figura 1). Se realiza tratamiento endoscópico en dos ocasiones con hemoclips e inyección de sustancias esclerosantes (Figura 2). Ante recidiva hemorrágica y comorbilidad quirúrgica se intenta sin éxito embolización transarterial, evidenciándose en angiografía por tomografía computarizada de abdomen aire en vía biliar y vesícula (Figuras 3 y 4). Igualmente se observa pérdida del plano de separación entre colédoco y bulbo duodenal sin evidencia de enfermedad litiásica subyacente, siendo estos hallazgos muy sugestivos de complicación fistulizante entre ambas estructuras (Figura 5). El paciente presenta evolución tórpida falleciendo por complicación de patología respiratoria de base.
Figura 1
Úlcera ovalada de 2 centímetros de diámetro y aspecto penetrado, situada en cara anterosuperior de bulbo duodenal. Se observa sobre su fondo fibrinoso una depresión central con vaso visible compatible con trayecto fistuloso.
Figura 3
Corte axial en fase portal de tomografía computarizada con contraste intravenoso de abdomen, donde se observa aire en vía biliar intrahepática.
Discusión
Descrita por primera vez por Long en 1840, la fístula duodenocoledociana por úlcera péptica es una entidad extremadamente rara[1],[4]. Sus síntomas varían desde los propios de la enfermedad ulcerosa a episodios de colangitis recurrente[2]-[5]. La presencia de aerobilia en ausencia de manipulación biliar previa sugiere el desarrollo de esta complicación[2]-[5]. Endoscópicamente podemos encontrar el orificio fistuloso con drenaje espontáneo de bilis en el seno de una úlcera penetrada[1],[3],[5]. El tratamiento debe individualizarse dada su baja prevalencia[2]-[5].